Seguro más de una.

Es una de esas frases que todos hemos escuchado desde pequeños, ¿verdad? Pero pocas veces nos detenemos a pensar por qué existe esa regla o qué comunica realmente cuando estamos sentados a la mesa.

Un poco de historia (sin aburrirnos)

Hace siglos, cuando las comidas eran verdaderos eventos sociales —con grandes banquetes y platos compartidos—, la postura en la mesa decía mucho de cada persona.

Apoyar los codos era visto como una señal de descuidos o exceso de confianza, además de que podía desestabilizar la mesa o incomodar a quien tenías al lado.

Así que sí: originalmente era tanto una cuestión de práctica como de buena educación.

Lo que decimos sin hablar

Hoy, claro, las reglas han evolucionado. Ya no se trata de seguirlas al pie de la letra, sino de entender qué comunican.

Cuando comemos con otras personas, nuestra postura transmite mensajes sin que digamos una sola palabra.

Si nos recostamos sobre la mesa o apoyamos los codos con desinterés, puede parecer que estamos aburridos o desconectados. En cambio, mantener una postura erguida y los antebrazos suavemente apoyados muestra atención, apertura y respeto.

Y eso, si lo piensas, es justamente lo que buscamos cuando anfitrionamos: crear un ambiente donde todos se sientan cómodos y bienvenidos.

¿Entonces, se puede o no se puede?

Depende del momento.

La etiqueta no es rigidez, es armonía

Ser un buen anfitrión o invitado no se trata de cumplir con una lista de prohibiciones antiguas.

Se trata de crear momentos agradables, donde todos disfruten sin sentirse observados ni juzgados.

Así que la próxima vez que escuches “¡no pongas los codos sobre la mesa!”, sonríe.

Recuerda que no es una crítica, sino un guiño a esos pequeños gestos que hacen que la mesa —y la compañía— se sientan más elegantes y cuidadas.

¿Qué otra norma básica en la mesa conoces?

Fabi 💓 

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